JERUSALÉN
Es aquí cuando él sube decididamente a Jerusalén para dar testimonio de su Misión. La vida terrena de Jesús culmina con el viaje a Jerusalén, donde será rechazado, llevado a la muerte y donde resucitará.
Entrar en Jerusalén con el Señor, implica preguntarnos cómo estamos respondiendo a sus innumerables requerimientos en medio de nuestras tareas, en nuestro ambiente. La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén pide de nosotros coherencia y perseverancia, ahondar en nuestra fidelidad, para que nuestros propósitos no sean luces que brillan momentáneamente y pronto se apagan.
En Jerusalén vemos al que sufre, al que obra nuestra salvación y al resucitado que lleva a su perfección la gloria del hombre nuevo.
A veces en nuestra vida surge la frustración y la soledad .Las cosas no resultan como las habíamos pensado, la familia y el hogar se nos vuelven difíciles de sobrellevar. El Señor nos invita a enfrentar el conflicto, no evadirlo, sino ir de frente a solucionarlo. Pero no sólo a enfrentar la dificultad, sino también a buscar soluciones, nuevos caminos, entendiendo que en la resurrección está la fuerza que Aquel que es la vida, de “quien hace todas las cosas nuevas”, que necesitamos para volver a intentarlo y construir una familia y un hogar plenamente feliz.