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NAZARET

Esta etapa se estructura en torno a  la vida de Jesús en Nazaret.

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En Nazaret Jesús descubrió el valor de los pequeños detalles de la vida humana, sus complejidades y sus maravillas. Comprendió cómo  la cotidianidad con su  profundidad, y  novedad de cada día  todo lo va impregnando. Supo de la rutina, el hacer siempre lo mismo; aprendió a reconocer cómo la repetición de los mismos ritos va calando y formando  la hondura de lo humano. Fue en esta pequeña aldea, donde Jesús aprendió a  descubrir  la importancia  del sosiego y el gustar la vida, descubriendo  la presencia de Dios su Padre.

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Así, podríamos señalar un significado para la vida humana y cristiana: “en nuestra vida, tarde o temprano -y según etapas-, aparece la rutina, la repetición, lo ordinario, el contacto con la gente corriente, las tareas sencillas de cada día. El espíritu de Nazaret es vivir todo esto con plenitud, con un gran amor; es valorar lo ordinario, las personas comunes, lo que implica la ‘pérdida de tiempo’, de aparente ineficacia y sensación de no hacer nada interesante”. La caridad auténtica, la pobreza, la solidaridad y el servicio del Evangelio se prueban, ante todo, en la rutina del día a día.

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